miércoles, 21 de octubre de 2009

LA PARABOLA DEL TEMPLARIO Y EL SAMURAI


Corría el año 1174, hacía un día soleado con viento cruzado, era Tierra Santa y un joven y robusto templario corría para no ser capturado por un grupo numeroso de musulmanes, los ojos de aquellos sarracenos los sentía en el cuello como esferas de fuego, no podía dejar de correr, sentía su corazón mas cerca de la garganta que de su pecho, la gotas de sudor enfriaban sus lagrimales, y en la larga carrera se deshizo del pesado escudo, la espada, colocada en su cinto de piel de buey, hacia desequilibrarlo en la subida a una pequeña montaña. Solo el extremo de la desesperación consiguió que su fe pidiera a gritos la ayuda de Jesucristo, de repente, el cielo empezó a encapotarse y en tan solo breves minutos una tormenta del desierto se hizo presente en aquella montaña minúscula, aire, vendabales, arena cegadora, lluvia dolorosa color rojizo sangre, el templario intentó refugiarse con la suerte de la fe, de caer en una especie de cueva de apenas unos metros cuadrados. David, así se llamaba el templario, rezaba para que sus perseguidores no le encontraran, ya que sabia que las palabras no serian un arma frente a ellos, y que en aquella Tierra Santa la única justicia que existía era la de la sangre. Cerró los ojos, pensó en su amada esposa, en sus bellos hijos y en la gente que había dejado por el camino, meditó respecto si sus actos en la vida habían sido positivos y si había juzgado sin criterio. De repente notó un calor a su lado, dió un salto y desenvainó su enorme espada de hierro, el tacto de aquel bulto parecía un gran oso blanco, pero en aquel terreno estos animales no habitaban. Acercando la punta de su espada, ligeramente , empujo aquel bulto, se movió, y con una rapidez increíble se hizo la forma de un ser humano armado con una extraña espada. David quedó sorprendido, debajo de aquella piel de oso blanco polar, apareció un ser humano, delgado, demasiado para él, bajito, pelo negro y muy liso, además de largo, atado con una coleta, sus manos eran fuertes y empuñaban medio metro de marfil blanco tallado con escenas de guerras a este le seguía un filo brillante de acero templado y afilado. La respiración del templario iba bajando, ya que el ser de enfrente suyo emanaba hermetismo y tranquilidad, incluso en sus labios se encontraba una ligera sonrisa que incomodaba a David. Como buenos guerreros se miraron a los ojos, los de David castaños, brillantes los de su compañero de cueva, negros como el azabache y rasgados. El templario nunca había visto un hombre así, sin tabique nasal, con los ojos rasgados, en su país; Francia, todo el mundo era grande, corpulento, de grandes narices y serios. El desconocido bajo su arma, y se inclinó a modo de reverencia, David pensó en asentarle con su espada, pero por primera vez una sensación de paz y confianza le llego al corazón. Aquel personaje, se sentó de nuevo y sin mediar palabra se tapó la boca para no tragar arena de aquella tormenta. David, impaciente, nervioso le preguntó : -¿Que haces aquí? -Lo mismo que tú -¿Tambien te persiguen los Arabes? -No (afirmó rotundo). -Entonces no es lo mismo que yo. -¿Porqué no es lo mismo? - Porque tu vida no peligra. -¿Que significa que peligre tu vida? - morir. - Yo no tengo miedo (respondió el oriental) - Jajajajaja (rió el templario) -¿Como te llamas y porque tienes así los ojos? - Llamame KOKORO. Y en relación a mis ojos, mi raza es así. De repente escampó el temporal, la tensión de David subió, de un salto malabaristico,Kokoro se puso en pie y con su mano derecha tomo el hombro del templario. David estaba en la entrada de la diminuta cueva, a unos escasos metros estaban los musulmanes, frotándose los ojos que los tenían repletos de arena. Kokoro cogió su Katana, y el templario le frenó. - No creo que podamos con tantos, somos dos y los musulmanes son expertos en arte de la guerra y la lucha. - Hermano (le dijo Kokoro a David, con la sorpresa de esta palabra) Mi raza es la mas antigua del cosmos y estoy aquí esperándote desde hace siglos. El templario no comprendía nada. David tuvo una idea, astuta, mediterránea, burda, pero idea. -Kokoro, ellos no nos pueden ver, coge tu piel de oso, y bajaremos esta montaña, gritando y sacudiendo nuestras espadas y pieles, y con la fe de Cristo viviremos. Así fue, el enorme templario tropezó, se llevó por delante a tres o cuatro sarracenos, los destrozó, murió de un golpe en el cráneo a los pies de la diminuta montaña, el escurridizo samurai, no pudo escapar de una docena de curvas espadas y lanzas de origen turco, se apagó con su ultima gota de sangre derramada. La cuadrilla de musulmanes, volvieron a su poblado en silencio, sin hablar, sin comer dátiles, pensativos. Por la noche alrededor de una hoguera, se miraron unos a otros y uno de ellos, rompió el silencio: - ¿Habíais estado alguna vez en esa montaña? Todos respondieron que no con la cabeza. - Pero todos somos hijos de esta tierra y nunca la vimos. -Perseguimos a un cruzado y ella le arropó, y se multiplicó, consiguió separar su alma de su físico y con valentía consiguió abatir a algunos de nuestros hermanos. Presenciamos un milagro, hemos tenido el honor de haber sido atacados por el alma de un ser, de un hijo de Dios. Mientras estos guerreros de la media luna hablaban místicamente, a escasas millas de allí sobre dos piedras refugio de alacranes conversaban y reían las almas de estos dos personajes. Kokoro le decía a David: -¿Ahora que vas hacer? -No sé, supongo que esperar a Cristo o la Virgen María, quizás venga a por mi, mi abuelo que era herrero. ¿Y tú?. - Yo me voy a reencarnar. -¿como? ¿explicate enano de ojos rasgados?. - Toda tu grandeza es sinónimo de tu ignorancia, (rió Kokoro). Llevo muchas vidas de evolución, y en cada vida nueva intento no cometer los errores que cometí en la anterior, pero nuevas experiencias me hacen cometer nuevos errores y de esta forma sigo vivo eternamente. - Los ojos de David se perdieron como su mirada fija en Kokoro. David nunca había visto la parte positiva de la palabra error. -¡¡Espera!!, que me estas diciendo ¿Que yo ahora puedo ocupar un nuevo cuerpo y seguir vivo?. - Más o menos, con algunos cambios, pero sí. - ¡¡ahá!!, interesante, ¿cual es tu Dios?. - Mi Dios soy yo, eres tú... -¡¡Espera, espera!! no ofendas. Tu no puedes ser Dios eres demasiado pequeño y tu piel está decolorada, ni yo tampoco. -¿David?, ¿estas muerto?. - Claro, mirame allí tendido. -¿Entonces que haces hablando conmigo? Un silencio incomodo se interpuso entre los espíritus. Kokoro le dijo al templario: - Ven conmigo vamos a seguir luchando como hasta el momento, con coraje, corazón, pero te advierto que por mucho que avancemos en el tiempo siempre nuestra libertad tendrá un alto precio. Kokoro se desvaneció en forma de flores de jazmín y loto, el templario no tuvo tiempo a pensar, una intensa luz le absorbió y una sensación de frescor le atrapó. Hoy en día aún se pueden encontrar las piedras en donde tuvieron esta conversación estos espíritus libres. La piedra en donde se sentó Kokoro quedó lisa, marmolizada, en cambio la roca del templario quedó en forma de hoyo. En los días de intenso calor, los peregrinos, soldados, viajantes, las utilizan para asar víveres y cocer sopas que les ayudan a seguir el camino.

MEDITACIÓN.
Las sorpresas de la vida con los seres humanos, te las llevas o al principio o al final.
Al final cuando lo has dado todo y te rechazan.
O al principio cuando das todo por todo.

Texto Original de : DANI ALBORS.